Bueno, vamos a ir al grano, se acaba el tiempo y en Semana Santa hay otro viajecito del que hablar. Así, que vamos a darle caña, breve, pero caña.
El cuarto día decidimos ir a Pisa, un lugar con pocas referencias, poco más que una torre inclinada. Camino de Pisa, no podremos olvidar el camino maravilloso que transcurría entre la base de USA y aquellos arbolitos tan monos. Era una larga recta, que tenía su encanto.
Pisa tiene desde luego una torre inclinada, aunque también, allí pegado, una hermosa catedral, un cementerio, un baptisterio... Entramos en la catedral, pagando claro, y también en el baptisterio. Pasamos del resto, por eso de ahorrar un poco. No pudimos subir ese día a la torre sencillamente porque teníamos que esperar. Sí, aunque te clavan 15 euros por persona por subir a... perdón por la expresión.... una puta torre, pues todos los guiris suben, también nosotros. Decidimos volver otro día pronto, ya que el camping estaba cerquita, y no perder todo el día en Pisa. Nos fuimos con la sensación que llegamos, qué es Pisa. Pues eso, la zona de la torre y nada más. Por supuesto, la catedral vale la pena verla y el baptisterio también, ya que estás allí. Así que después de sacar las oportunas fotos sujetando la torre (que penosos somos), marchamos para Lucca.
Lucca es singular, y en el plano de la misma sobresale el recinto intramuros. Sólo visitamos dentro de las murallas (eso sí, con accesos muy abandonados), así que no podría decir nada del resto. Hay un montón de torres, tan típicas de Italia, edificios religiosos, y callejuelas agradables para pasear, con tienduchas de las que molan. No podré olvidar aquella tienda de discos en donde encontré el bon to run en vinilo, una edición de Nueva York.
Comimos en la Plaza el Anfiteatro, una bonita plaza que lo único que conserva del antiguo anfiteatro que allí hubo es la forma. Gran Calzone el que me zampé, mientras que Antía le dió a una pasta con salsa de nueces (jeje) o algo así. Paseamos largo rato por las calles de la ciudad, disfrutando de sus rincones y el solete reinante. Nos quedamos con la sensación de que podría ser una de las ciudades más bonitas que hemos visitado.
Pero lo bueno acaba, y para aprovechar todavía más el día, cogimos el coche vía Florencia para pararnos en dos lugares más.
El primero fue Pistoia. No paseamos demasiado porque no teníamos la necesidad de caminarla más, estuvimos un poco por los alrededores de su catedral y su baptisterio. Y allí, en la catedral, nos encontramos con un altar a Santiago, en el que según nos explicó la de información, una chica muy agradable con la que charlamos un rato en español, hay un hueso del apóstol. Así, que hay lazos de unión entre Santiago y Pistoia. El 25 de Julio, también es fiesta allí,claro. No hubo más.
El segundo fue Prato, cerca de Florencia. Un poco más de lo mismo, pero no ha sido un lugar que nos marcara mucho. Es más, ahora poco recuerdo de la ciudad, tendré que repasar las fotos.
Y volvimos a casa, en este caso, al camping. Qué más decir? Que después de todo un día en coche, aprendimos varias cosas de los conductores italianos:
- el cebreado es para adelantar.
- las líneas contínuas sirven para lo mismo que la discontínuas. Sólo cambian estéticamente.
- realmente, no hay normas en la carretera. Hay que apañarse.
Y por supuesto, tuvimos uno de los momento más guachis. Volvimos por autopista, por eso de llegar pronto. Al ser el primer día que viajábamos por Italia, queríamos también ir controlando lso tiempos de referencia entre las localidades. Por aquel entonces, el GPS todavía no lo dominábamos, y el cabrón nos llevó a Florencia en vez de al camping. Desde allí, tomamos la autopista de pago hasta Livorno, y luego hacia Roma (por donde estaba nuestro camping).
Bien, con eso ya perdimos algo de tiempo. Luego, listo yo, confundí la autopista con la SS1, con lo que nos pasamos el camping de largo. La autopista nos llevó muy abajo, hasta Rosignano. Y el tiempo se agotaba, a las 11 cerraban el acceso a coches, y Dios sabe que nos gustaba tenerlo con nosotros. Sí, nos cagamos muchas veces en los italianos y su manera de señalar las cosas. Salimos en Rosignano, imposible confundirse porque allí acababa la autopista, y tomamos esta vez bien la SS1 hacia el camping. Teníamos prisa y Antía lo sabía. No hablamos. Ella le pisaba por una vía de doble carril por sentido, pero con le mediana pegada de todo. Pasamos el límite de velocidad muchas veces. Y llegó el primero momento clave. Momento Twingo. Sí, el conductor todavía debe estar acojonado, de ver pasar un Nubira veloz, adelantándolo en aquella estrecha curva. Yo recuerdo los brazos de Antía moverse como los de MA del equipo A, de un lado pal otro, ajustando la trayectoria del vehículo para no morir en el intento. No hablamos.
Luego, hubo un trozo de un solo carril, y por suerte llegábamos en tiempo. Pero... en otra entrada hablé de que encontrar el camping era algo complejo, había una serie de cruces dudosos. Pues bien, nos liamos, vueltas, vueltas, y más vueltas. Pregunté en un hotel, y aunque el camping resultaba que estaba a 300 metros, el tipo ni puta idea. La gasolinera cerrada, el GPS puteando. Casi me queda sin piernas, de los fuertes golpes que me propiné a mi mismo, mientras aseguraba que tenía que estar "aquí mismo". Y es que tenía que estar, no se lo podían haber llevado. Antía decía de tirar por donde el GPS decía, pero nos mandaba por el monte. Nos cabremaos bastante.
Finalmente paramos en el arcén, y preguntamos a unos que venían por ahí. Salvación, delante. Les hicimos caso, seguimos, pasamos del cruce de marras que nos había confundido por segunda vez, y allí estaba el camping, con la puerta cerrada. Había unos delante suplicando que le dejaran entrar con el coche, eran las 11.10 más o menos, y les dejaron. Todavía recuerdo las palabra de Antía: "yo me meto detrás". Así lo hizo y la tipa del camping no se lo reprochó.
Después de acomodarnos y de que pasara un largo rato, no pude evitar mirar a Antía y comentar la jugada maestra, la del Twingo. Se rió, evidentemente le pasaba lo mismo por la cabeza. Menuda maniobra!!! El Twingo todavía debe estar allí parado, con el coche rayado de color verde claro. Esa noche, después de cenar nuestras sardinillas, nos dormimos comentando las mejores jugadas del día, y sin duda, el Twingo se lleva la palma.
Joer, y yo quería ser breve.