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Segundo día: Saint Tropez, Niza y...

Está claro que los tres primeros días de viaje se basaron en la constante coche, coche y coche. Durante mucho tiempo fue eso y nada más. Sin embargo, teníamos preparadas algunas paradas. En el primer tramo, en el que debíamos llegar a Toulouse, y dado que la mayor parte del recorrido se hace por el territorio nacional, consideramos que no era necesario. No por creer que no merece la pena, lo que ocurre es que ahí se puede ir más fácil que a Francia.

En la segunda etapa de nuestro viaje, teníamos planeado parar en Saint Tropez, paraíso de ricachones del que para ser sincero nunca había oído hablar, y al que llegamos por fortuna después de venturas y desventuras.

Salimos pronto de Toulouse, que nos dejó sensaciones mencionadas en la entrada referida a la misma. Niza era accesible como lugar para la segunda noche, ni demasiado cerca, ni muy lejos. Lo suficientemente bien colocada para tener una tercera etapa también llevadera.

No hubo muchos problemas, cogimos la autopista y teníamos claro (ahora sí) las direcciones que debíamos tomar. El objetivo estaba claro y la parada también. Lo que no teníamos tan claro era como llegar a Saint Tropez, y entre las dudas personales y las que nos transmitía el GPS, acabamos mal.

La idea era tomar el desvío dirección Sainte Maxime, que para nuestra desgracia es muy diferente que Saint Maximin. Por lo tanto, tomamos equivocadamente dirección a la segunda, cosa que no queríamos. Ahora bien, pensando que nos podíamos fiar del GPS  siempre que no tomásemos la autopista, decidimos encenderlo. Sorpresa la nuestra cuando vimos que nos quedaba un "guevo" (literalmente) para llegar a nuestro destino.

Aparecieron sentimientos enfrentados. Le hacemos caso? Tendrá razón el mamón este? Le hicimos caso. Entonces, vimos por dos veces un cartel que contradecía al GPS, que ponía Saint Maximin. Claro, dudas y más dudas. Decidimos hacer caso al GPS, aunque ya estábamos poniendo a parir al mismo, y así fue naciendo el nombre de Pepita, para diferenciarla de Manola, el GPS del viaje a Barcelona.

Seguimos y seguimos, e hicimos kilómetros. Al llegar a un polígono industrial y ver un McDonals, y teniendo en cuenta que teníamos que comer sí o sí, nos detuvimos sin más a papar. Si no me equivoco se trataba de Brignoles. El resultado de la comida en semejante restaurante, fue el de pedir cuatro hamburguesas involuntariamente, debido a la gran coordinación entre dependienta y clientes. Pero el caso es que comimos y listo. Una vez en el coche, nos dimos cuenta de que Brignoles no quedaba en el camino de Saint Tropez (evidentemente, pensábamos que habíamos cogido otra salida de autopista), de modo, que nosotros, los muy chulos, le llevamos la contraria al GPS y deshicimos lo andado.

Sí, somos inútiles, pues deshicimos prácticamente todo el camino hasta darnos cuenta de que el GPS llevaba razón, y de que nosotros no sabíamos leer muy bien. Por lo menos, la autopista estaba cerca, nos incorporamos y no salimos hasta tomar, esta vez sí, la salida correcta.

Llegar a Saint Tropez no fue fácil, mucho tráfico y carreteras pequeñas. Y claro, ciudades veraniegas en la Costa Azul... estaba claro que tardaríamos en llegar.

Qué decir de Saint Tropez? Es lo que es. Verano, mar, lujo y nada más. Bonito sí, pero nada del otro mundo. Los granizados no estaban muy allá (el que tomé de naraja roja era asqueroso) y tampoco había mucho que andar. Y para volver a coger la autopista, otro tanto de tráfico. Lo mejor de la espera fue ver a Antía  tirarse a lo loco con el coche  cuando le decía  "parking gratuito", menos mal que no había ningún precipicio cerca.

Llegamos a Niza, que es lo importante, y llegamos a salvo pero de noche. Encontramos el hotel, y la zona... debía ser muy buena... de día. El amable recepcionista era raro raro, no conocía nada de Galicia y tengo mis dudas de si España. Nos explicó mal cómo llegar al parkíng y nos ofreció un plano, eso sí con vuelta, que también estaba mal.

Cuanto más nos acercábamos a la habitación más miedo nos entraba, y de salir entonces un mosquito gigante por la puerta nos nos hubiese extrañado. Un cubo apaga incendios en el pasillo, un ascensor sinietro, moqueta... pero lo de la habitación...

Bueno, difícil describirla, pero si digo que era un hotel de put... puta madre, no pasa nada. Vamos, era una mierda. La ropa de la cámada parecía pertenecer al anterior usuario de la habitación. La moqueta era asquerosa, y procuramos no pisarla, lo cual era bastante difícil claro. Y el baño parecía sucio, la puerta no cerraba bien (no cerraba), y el agua... supongo que sería normal.

Después de aguantar el bajón de Antía que me pidió irnos de allí una y otra vez a un hotel de altura, nos fuimos a cenar. Comimos normal, yo pizza y Antía no recuerdo. Únicamente destacable algún altercado por la calle de un tipo que se paseaba por allí, y nuestro magnífico camarero que decía tan bien... "oui" "aqua" (no tiene gracia escrito, pero escucharlo fue la bomba). Nuestro camarero parecía dormido, con ojeras hasta los pies y poco ánimo, pero bueno, cumplió su cometido.

Y finalmente, tomamos la decisión de irnos a dormir cuanto antes, una vez dormidos la habitación no nos daría asco. Despertar pronto y marchar lo más rápido posible para librarnos cuanto antes.

Evidentemente, no podíamos tener buena imagen de Niza. Primero no la conocíamos, y segundo, el hotel era una influencia demasiado negativa.

1 comentario

maria -

Estamos deseando la continuación, que espero que siga tan divertida como esta.